En nuestro primer día ya no pudimos evitar el llanto. Aguantamos lo más que pudimos pero la argentinidad salió a flote cuando visitamos el Cementerio Argentino de Darwin de las Islas Malvinas.
Recorrimos 89 kilómetros de una ruta de asfalto y ripio rodeada de paisajes similares a los de la Patagonia para poder llegar al Cementerio Militar Argentino de Darwin en las Islas Malvinas. Durante el camino nos sorprendieron varios rebaños de ovejas y bandadas de Cauquenes que ignoraban la existencia de la ruta y nos obligaban a detenernos.
Parecía que lo hacían a propósito para que les saquemos fotos. Una vez que continuamos la marcha, en donde no faltaron carteles y señalizaciones totalmente extrañas a las que conocemos, se divisó en el horizonte una gran cruz blanca que daba el primer aviso de la llegada a un lugar totalmente sagrado.
Al cementerio militar argentino de Darwin se lo ve a lo lejos como una mancha blanca que resalta entre tanto gris y verde. En ese momento, empezaron los escalofríos. Una vez que lo pisamos nos invadió la emoción. Ya ahí, pudimos rendirle el debido homenaje a nuestros héroes de manera solitaria porque era muy temprano y no había nadie. Solo fuimos acompañados por el viento que nunca falta en Malvinas.
Este cementerio en las Islas Malvinas es diferente a todos los que conocemos. Este cementerio tiene vida, la cual se ve incrementada cada vez que un argentino lo pisa y revive el recuerdo de todos los héroes que dieron la vida en Malvinas.
Algunos están identificados y otros solo son reconocidos por Dios. Muchos soldados argentinos dieron mucho. Los que están aquí dieron todo y demostraron que cuando juraron defender la patria, lo hicieron de verdad.