Mucha historia en una sola persona. Esa es la sensación que deja José Tcherkaski, periodista, poeta y autor de la letra de grandes canciones que acompañaron el termómetro de una época en nuestro país.
A través de una original prosa se posicionó en lo más alto de la producción de la música nacional, en un momento donde se vivía una explosión de éxitos y no era fácil destacarse. Además, todo ello estaba inspirado en un movimiento mundial que comenzó en los sesenta, con grandes manifestaciones contra las guerras, la rebeldía al sistema y el amor como sentimiento aglutinante de las masas.
Canciones como Bronca Buenos Aires, Para el pueblo lo que es del Pueblo o La inundación número no sé cuánto, son himnos de protesta y disconformidad que sonaron no sólo en las radios de Latinoamérica sino en numerosos actos multitudinarios. Fueron la inspiración para las masas que se defendían de la injusticia y el dolor de los golpes de estado, las crisis económicas y las omisiones de un estado ausente en las necesidades de la gente.
Otros temas como Llegando llegaste, apelan al amor y a la identidad sentimental de una sociedad necesitada de una forma de arte que fuera usina de buena onda ante la coyuntura de una Argentina que dolía y era afectada en sus cimientos ideológicos.
Chau, no va más
José Tcherkaski habló con Radio W Garage acerca de su nuevo libro Chau, no va más, una obra que sirve como guía en la historia del autor. Fue creada a través de la recopilación de entrevistas que le realizó Diego Boris, ex presidente del Instituto Nacional de Música, y que tuvo como eje su vínculo con el gran éxito Mi Viejo, la canción que en 1969 lo puso en lo más alto de la consideración del público.
También plasma el material del periodista de Radio Provincia Néstor Nini, quien parte de la obra Bronca Buenos Aires, de 1971. Así se recorre el vínculo de José con la música popular, su trabajo y su repertorio a lo largo de su carrera.
Este material de gran valor cultural, es un testimonio de época, con frondosa cantidad de documentación, en el que el escritor comparte su postura política sobre la canción popular y el abordaje del artista sobre el recuerdo de la gente.
¿Qué rol ocupa este libro en su larga trayectoria?
-Este libro cierra un ciclo de 54 años de trabajo vinculado a la canción popular. Es producto de dos entrevistas largas y busco plantear que escribir es un trabajo, por eso lo pongo como subtítulo. Hay una idealización que yo intento romper.
En el libro se presenta como un autor desobediente, ¿A qué se debe esa definición?
-No respeto ninguna norma. No es que ando como un loco matando gente en la calle, ja, pero las normas suelen ser burguesas y no me interesan. La desobediencia te permite tener una mirada crítica de las cosas. Cuando uno obedece, en el fondo se civiliza, y lo mejor de este trabajo es no tener civilización. El sistema es muy inteligente y nos quiere obedientes, porque cuando encuentra algo que lo molesta, intenta perturbarlo. Conmigo no han podido, Dios debe estar a mi lado. Digo lo que pienso, guste o no, y no me interesa ser cordial o sonar lindo. No le debo nada a nadie.
La bronca continúa
Muchas de las canciones que escribió hace cincuenta años siguen describiendo la situación actual de nuestro país, ¿por momentos no se siente un adelantado?
-Si tomas canciones como Coplas de mi País o Mis hermanos de abajo, son de una enorme actualidad, no porque tenga una gran virtud como escritor, sino porque Argentina es una foto fija y vieja que está colgada de la pared. El mundo está deteriorado y allí esta nuestro país, con vicios que no nos permiten crecer.
¿Por qué cree que pasa eso?
-Hay una mala lectura de la historia porque se juega al bueno y el malo, y tenemos que entender quién representa cada cosa. Argentina no es un país feliz en temas políticos y hay una idea de grieta muy bizarra. Acá no hay una grieta, hay una batalla. Batallas irresponsables, porque tenemos una política muy traviesa que cree tener siempre la razón, y eso en política no existe. Lo mismo pasa con la canción: tampoco es una verdad, es un testimonio. Nuestro trabajo está muy relacionado a la realidad, por eso debemos entenderla. Lo más importante es saber mirar lo que el otro no ve.
Una síntesis de la tragedia argentina es el proceso de la dictadura militar, ¿Cómo vivió el exilio?
-Tuve que irme de Argentina por temas de seguridad. Fueron tiempos muy duros, pero tuve que entenderlo y adaptarme. Yo, al menos, lo traté de vivir como pude, pero son desgarraduras. Igual, no hay que hacer tragedia de esas desgarraduras, que solo funcionan cuando uno se lastima. Había que tener lucidez para que esa herida sane.
El éxito de Mi Viejo
Su carrera está marcada por su relación laboral con Piero y el legado que dejaron con Mi viejo, ¿Se imaginaban tanta repercusión cuando comenzaron?
-Una dupla de tantos años, como la que tuve con Piero, no es común. En cuanto a la repercusión, siempre es un misterio lo que toma el público. Mi viejo es una canción que hicimos cuando tenía 25 años y tiene como 800 millones de vistas y aparece en 40 películas. No estoy haciendo publicidad, sino que es para mí una sorpresa de lo que tiene algo que no supones.
Hay muchas historias acerca del significado de la letra, ¿Cuál es la verdadera?
-Es la historia de mi papa. El fue muy interesante y murió cuando yo tenía 14 años. Fue parte de las migraciones que llegaron en el treinta desde Rusia a la Argentina. Mi padre es un señor que existió tal cual como se escucha en la canción. No es una metáfora. Además, este libro se lo dedico a él porque le debo mucho. El tiempo lo terminó convirtiendo en el padre de muchos y eso me pone muy contento.
¿Cómo se lleva con el rol de letrista? ¿Le molesta que muchas veces sea minimizado en relación a la del intérprete?
-El mundo de la música sabe quién es el que escribe. y tampoco ando por la calle gritando “yo soy el autor de Mi viejo“. Lo importante es que el público tome como propia la canción, no salir en televisión para que me vean la cara. Ahora pasa que si pones a alguien en televisión y lo sacás, en un mes nadie recuerda que existió. En cambio, cuando haces un trabajo como Mi viejo, quedan en la memoria por mucho tiempo. Lo que queda es la canción, no importa si la hizo Piero o José.
¿Cómo se lleva con el éxito y la exposición?
-A veces no se comprende que el autor es un nadie, solo cuenta una historia. Nuestro trabajo es difícil y no pasa por cuánto estamos en la televisión, que ahora solo cuenta cosas personales. Charly García, Miguel Cantilo o Miguel Parra son tipos que crearon estéticas muy importantes, y lo que importan son sus obras. Hay gente que tiene magia, que no busca deslumbrar, simplemente la tiene. La canción tiene una vida propia y es ella la que llega lejos. Somos personas que tenemos un oficio y no podemos creernos que somos San Martín arriba de un caballo.
¿Cómo ve el negocio musical de la actualidad?
-El negocio exige canciones que tengan muchas repeticiones y desaparezcan en poco tiempo. Es bueno que ahora los jóvenes llenan estadios y mueven multitudes. Hay nombres que son muy interesantes, pero también hay un negocio rápido, cruel y pasatista. Eso de que todo tiempo pasado fue mejor es mentira, ahora pasan cosas muy interesantes. La nostalgia no sirve demasiado, hay que seguir para adelante y desafiar a su propio conocimiento, desde un lugar silencioso.