La cultura del Cassette, Los TDK y los calcos con dedicación

Música ochentosa

Qué fácil es llevar la música ahora a todos lados. Listas en Spotify, radios online, YouTube o la memoria de los celulares.

En los ochentas, la música se llevaba de un lado a otro en cassettes. Vos que lees, ya sabés lo que es, te parece obvio o natural, pero para un millennial, esa cosa de plástico es algo totalmente desconocido.

Así que repasemos como si le contáramos a un pibe de 15 lo que era.

Cuando un artista sacaba una obra musical se publicaba en un Long Play (vinilo) o en un cassette.

La ventaja del cassette era que podías transportarlos fácilmente y llevar tus artistas favoritos en el auto o en tu walkman. Los radiograbadores también eran una forma de transportar música, pero el costo de las pilas gordas era privativo.

Aquellos que no teníamos la posibilidad de comprar cassettes originales, teníamos la opción de comprarlos vírgenes, o sea, sin grabar (los más famosos eran los TDK). Así, poníamos el grabador frente a otro grabador o la radio y armábamos nuestros propios listados, las PlayList de ahora. Después salió el doble cassettera allá por 1985, que permitía un copiado sincronizado, pero la calidad del audio de nuestras copias era malísima.

Cada cassette tenía un nombre escrito con birome o marcadores de colores: Pedro y Pablo, Charly, León Gieco, y los difíciles: “Pinfloi”, “dekiur”, “losbitles”. Sólo si tenías la tapa del original a mano, se te hacía más fácil copiar el nombre. ¡Tratá ahora de escribir bien “tiarforfiars” sin googlearlo a ver si te sale!

Esos nombres se escribían en un calco que venía con el cassette o en una cintita blanca de curaciones.

Si era un compilado, se ponía “la música de Soul Train” o “el que me grabó pupi”.

También era normal regalar a alguien que te gustaba una colección de temas, con corazoncitos dibujados, o manguearle a un disck jockey de boliche que te grabe algo.

Una tragedia era cuando se enganchaba la cinta, había que ser muy capaz para repararla con cinta scotch o esmalte. Debíamos cuidar la esponjita y romperle las aletitas de plástico para que no se borren accidentalmente.

Hubo quienes arruinaron cassetes dejándolos en el tablero del auto- se doblaban por el calor- y otros que los llevaban en una valijita de cuerina negra con forro azul adentro abajo del asiento del auto.

La foto que ilustra esta nota es la más recordada por los ochentosos. Para rebobinar el cassette, el walkman consumía mucha pila y era un costo enorme. Entonces mientras charlábamos y escuchábamos música, era común hacerlo girar en un lápiz para volver a tener el lado lindo disponible para escuchar.

Seguro se nos pasó algo sobre el cassette. Mandanos tus comentarios que los leeremos al aire de “Un Bondi a los 80s” porque vos también sos parte de esta historia. ¡Te esperamos todos los domingos de 11hs a 13hs!

Últimas noticias

Viajes y Relatos

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *