Mundial 1978: gritos de gol, gritos de horror

A 44 años del Mundial 1978, un evento utilizado por la dictadura para limpiarse las manchas de sangre en su rostro con la camiseta argentina.

La dictadura cívico-militar de 1976 utilizó todo tipo de recursos propagandísticos para justificar y tapar los horrores del atropello a las instituciones democráticas. Sin dudas, el más grande y fastuoso método para anestesiar a una sociedad fanática fue el Mundial de fútbol 1978 en Argentina.

La preparación del mundial fue una usina de corrupción que disparó los gastos de remodelación de la infraestructura para recibir a los turistas del mundo. El evento engordó los bolsillos de coroneles y generales y flaqueando a nuestro riquísimo país con deudas y desigualdades.

El Ente Autárquico Mundial 1978 (EAM78) tuvo en sus filas a generales como Carlos Lacoste, Omar Actis y Luis Merlo, meros engranajes de la corrupción institucionalizada que se llevaron a la tumba miles de millones de dólares de una espuria administración.

Calco repartido gratuitamente por la maquinaria propagandística que aparecía pegado en todos los automóviles de la época.

Derechos y humanos

Los autos, las paredes, los diarios y las revistas llevaban calcos y afiches que estimulaban la idea de que los argentinos éramos derechos y humanos. Era una falacia utilizada por la estructura propagandística militar ya que todos lo éramos, menos ellos. Eran ellos los que secuestraban aprovechando la oscuridad de la noche, los que desaparecían utilizando la clandestinidad de los “vuelos de la muerte” y los que tapaban los gritos de horror y torturas de los detenidos en la ESMA al son de los cantitos como el que no salta es un holandés.

Hasta la mascota del mundial desentonó con la verdad de lo que ocurría: un Gauchito simpático ataviado con las vestimentas y elementos típicos del campo argentino. Sin dudas, se vio tergiversado, porque el mensaje de bondad, amistad y solidaridad del gaucho pampeano se oscureció frente al atropello de los uniformados. Estos hechos fueron visibilizados por las entidades de defensa de Derechos Humanos , periodistas extranjeros y compatriotas exiliados.

No fueron 25 millones los que jugaron el mundial

El himno de la competición, cantado hasta el hartazgo en bares, escuelas y hogares, rezaba: 25 millones de argentinos jugaremos el Mundial. Lo cierto, es que a pocas cuadras de la sede donde se jugó la final, se encontraba un lugar macabro donde cientos o miles de ciudadanos fueron “chupados” por el monstruo dictatorial y abstraídos de los festejos.

Los 30.000 desaparecidos, y con ellos sus familiares y amigos dolientes, se quedaron afuera de esa vorágine de gritos de gol, algarabía y papelitos. Dejaron al himno en “orsai”, ya que la frase que supuestamente involucraba a todos, dejaba afuera a las víctimas invisibilizadas del proceso.

La imagen de Videla vestido de civil en el palco, y luego en la entrega del trofeo mayor, es una de las imágenes más ignominiosas de nuestro pasado deportivo. Se mezcla en una danza de mensajes subliminales aberrantes, la hidalguía del deporte y la sangrienta maldad del proceso, dos manifestaciones del ser humano claramente incompatibles.

El momento de gloria deportiva. A pocas cuadras, el horror de la ESMA.

Un equipazo de fútbol salpicado por la represión

Cómo olvidar las atajadas del Pato Fillol, la energía de Mario Kempes o la valentía de Leopoldo Luque, que jugó la final con el desgarrador dolor de saber que su hermano había muerto en un accidente horas antes de poner en movimiento la pelota.

No debemos permitir que la estirpe futbolística de Passarella o las corridas de Tarantini, se vean manchados por la utilización criminal del mundial obtenido.

Recordar el buen trato del balón pregonado por César Luis Menotti, la campaña de Clemente y el calor de la gente que movía el cemento de los estadios, es sinónimo de desbaratar el plan macabro de utilizar el mundial para tapar los delitos de lesa humanidad de la Junta Militar. Debemos hacer ese ejercicio de separar el evento deportivo de 1978 con lo sucedido en nuestra sociedad como una revancha de lo que no supimos hacer en ese entonces.

Los filósofos de potrero dicen que “goles son amores”. Durante el mundial, fueron los sordos ruidos que taparon los gritos de dolor y terror de los torturados.

Reconocimiento para los que honrosamente ganaron el mundial. Memoria para las víctimas del terrorismo de estado que utilizó el evento para tapar la verdad.

El Abrazo del alma. Su utilización por parte de la dictadura, es una mancha indeleble en la historia Argentina.



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