Locomia: los secretos detrás del boom que marcó la revolución musical de los noventa

El grupo de electropop español cambió los paradigmas de la música y la moda noventera. Los secretos detrás de los abanicos y los coloridos trajes. Del cielo del éxito al infierno de la droga y la cárcel. Su encuentro con Freddie Mercury y el testimonio de una nueva formación que sueña grabar con Lali Espósito.

Si escuchás “Disco, Ibiza…”, por arte de magia tus recuerdos agregan la palabra Locomia junto a un ritmo tecno que se apodera de tu ser nostálgico. Aún no se entiende cómo una pieza musical sin aparente jerarquía se adueñó de la escena del electropop español, exportándolo —tiempo después— con orgullo a varios rincones del planeta.

Sus canciones eran solo el aderezo de un concepto que fue la usina del glamour noventoso. Coloridos abanicos que revoleaban en un loco frenesí acompañaban a los trajes con hombreras —mezcla de la cultura andaluza y los carnavales de Venecia— y a los zapatos de punta estrafalarios que ellos mismos diseñaban. Sus rostros serios y sensuales, que completaban un look extravagante, cautivaron a finales de los años ochenta y comienzos de los noventa —sin distinción de edad, sexo o clase social— a jóvenes que veían reflejados en ellos un mensaje de libertad.

“Locomia es un concepto, un estilo de vida”, relata a Radio W Garage Eden Cañadas, actual integrante de la agrupación que busca, “como los Locomia de la primera formación, entretener a la gente con un show que no solo tiene a la música como protagonista”.

En una reciente visita a nuestro país en febrero, la banda originalmente formada por Xavier Font, se presentó en la fiesta “La Noventosa”, en el Estadio Quality de Córdoba. “Lo que vivímos en Argentina fue una verdadera locura, es muy grande el cariño de los fanáticos”, enfatiza Cañadas, que junto a sus compañeros continua con “un legado que llenó de color a una cultura española que estaba pintada de blanco y negro”.

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Los comienzos en Ibiza: una meca del libertinaje

Xavier Font era un ambicioso y soñador catalán que, en 1984, se instaló en Ibiza con el sueño de poder crear una tribu urbana. En un país marcado por el conservadurismo, y que venía del franquismo, la represión y la muerte, la isla era un portal a la locura, el desenfado y la desvergüenza.

“El aspecto cultural de una España que salió de una oscuridad donde estaba metida, permitió que nazcan muchas fuerzas musicales que habían luchado contra Franco”, sostiene Sebastián Argañaraz, abogado y docente de historia. “Fueron actores musicales e intelectuales que surgen al calor de la democratización de la sociedad española“, agrega.

Así, comenzó a vivir junto a jóvenes que compartían su mismo estilo de vida, lejos de los prejuicios y las persecuciones por sus elecciones sexuales.

Junto a Manuel Arjona y Gard Passchier —unidos en un tormentoso triángulo amoroso—, se ganó la vida vendiendo zapatos en diferentes puestos de feria. Luis, hermano de Xavier, terminaba de conformar a un cuarteto que vivía precariamente en un molino de cuatro metros cuadrados, donde dormían todos juntos como una familia. Una familia con un patriarca que quería triunfar a toda costa.

Xavier Font. Foto: Locomia

Las corrientes New Wave y New Romantic de la época no encajaban con estos jóvenes que fueron líderes de una contracultura que comenzó a abrirse paso —con locas prendas mediante— en las noches de las discotecas ibicencas. Túnicas de sacerdote eran customizadas con descomunales hombreras para ser protagonistas de sus outfits. Sábanas y varillas se convertían en coloridos abanicos que se mareaban en novedosos y sensuales movimientos.

Las miradas de KU, el boliche más grande de Ibiza, estaban puestas en Font y compañía, que empezaron a cobrar por sus presentaciones. “Yo tenía la necesidad de ser dominante. Era un cazador de hombres y almas”, confiesa Xavier en la serie documental de Movistar Plus, Locomia. Allí, se relata en tres capítulos la controversial historia del grupo español. “Esa serie nos ayudó mucho a entender la historia real de la banda”, agrega Cañadas a esta radio.

Así, comenzaron a vivir de la libertad que tanto anhelaban. Entraban al club nocturno disfrazados de Peter Pan, desnudos o pintados de dorado: todo era posible en el mundo de Ibiza para los Locomia.

Les pagaban por bailar, ¿qué más podían pedir? Sin embargo, los excesos, las relaciones amorosas y las drogas —trajines comunes de la noche— comenzaron a pasarles factura. “Era otra época, nuestro país recién salía del franquismo y todo era más difícil para la banda”, confiesa Eden Cañadas.

Los zapatos de Freddie Mercury

Los Locomia eran seres angelicales que con mucho carisma les abrían a todos las puertas de su paraíso. Muchas personas que solo iban de vacaciones a Ibiza para ver a “los chicos de los abanicos”, que aún no podían separarse de las presentaciones de KU.

En 1987, la mega estrella Freddie Mercury desembarcó en la isla para realizar una libertina y lujuriosa fiesta de cumpleaños. Al llegar a la discoteca, sintió en primera persona la locura que Font generaba en todos los presentes. Por eso, y a pedido explícito del líder de Queen, la agrupación le brindó un show especial para concluir con la megafiesta que organizó.

Que una figura de la talla del artista británico quede alucinado con sus coreografías debería haber representado un boom para el grupo español. “Fue una noche más para mí. En Ibiza todas las fiestas eran como las de Freddie “, se sinceraría Font tiempo después. A pesar de eso, el respeto de los demás Locomia se materializó en un obsequio de unos fabulosos zapatos de punta, que luego Mercury usaría en el último videoclip de su carrera: I’m Going Sligty Mad, del disco Innuendo.

Una salida a los problemas

Como contraposición a toda la fama y el amor que recibían en cada noche ibicenca, el grupo comenzó a estar mal visto por un sector del negocio nocturno, que no podía aceptar como cuatro jóvenes de Barcelona habían desembarcado tan fácil en Ibiza para recoger los frutos de una cosecha que ellos llevaban hace años.

Malos manejos comerciales, excesos y “una relación muy heavy de Font con el dinero”, fueron los motivos para que empezarán a imaginarse al verano de 1988 como el último en la isla.

Con la alocada vida que llevaban, era inevitable que los problemas no llegaran. La familia comenzó a desmoronarse y el reinado de Font corría peligro. Al igual que Gard, Luis Font se iría del grupo. Manuel Arjona amenazaba con hacer lo mismo.

Los ataques contra la tribu urbana crecían a diario: rajaduras en sus autos, amenazas de muerte. Nada de eso los asustaba. Hasta que una noche, que parecía como cualquiera, fue el escenario para que sus haters incendiaran su casa. Todo lo creado por Locomia, fue tapado por el fuego de la envidia e intolerancia. Era hora de resurgir de las cenizas.

De tribu urbana al reconocimiento mundial

En una de las tantas noches de boliche, el manager y productor musical José Luis Gil –que trabajó con artistas como José Luis Perales y Raffaella Carrà — vio todo el potencial que aún Locomia no había explotado. Fiel a su instinto, le propuso a Xavier Font que el concepto del grupo mutara en una Boy Band que sirva de trampolín al reconocimiento mundial.

Con la firma de un contrato discográfico, la esencia underground emergió al mainstream. El libertinaje icónico de los miembros de la banda quedó atrás para transformarse en un grupo meramente comercial.

Al poco tiempo dejaron de ser la cabeza de un ratón para transformarse en la cola de un león. Por contrato, la orientación sexual de la banda debía mantenerse oculta; tenían prohibido frecuentar la noche; el maquillaje solo podía usarse para las presentaciones y no podían cambiarse el corte de pelo hasta que la compañía considere lo contrario. El espíritu Locomia quedó reprimido y Font ya no era quien manejaba su grupo, que quedaba en jaque frente a un contrato musical muy exigente.

Con respecto a la sexualidad del grupo, Gil asegura en la serie que “un grupo gay no era comercial porque excluía a un sector de la sociedad”. “¿A quién le tiene que importar con quien te acuestas en la cama? ¿Te van a comprar un preservativo o un disco?”, agrega.

“En la actualidad, la sexualidad la podemos vivir con mayor libertad, —sigue relatando Eden Cañadas a Radio W Garage— porque estamos en una sociedad mucho más abierta y positiva”.

Éxito a nivel mundial

En mayo de 1989 se lanzó la canción Locomia, hit en el que cada miembro de la banda comenzó a fijar su personaje al mejor estilo parchís. En el videoclip, Juan Antonio Fuentes iba vestido de azul, Carlos Armas de verde, Manuel Arjona de amarillo y Font de rojo.

Al poco tiempo, cientos de miles de fans comenzaron a revolear servilletas y hojas de cuaderno imitando sus hipnóticas coreografías. “Los abanicos son un arte y una marca registrada de Locomia”, asegura Cañadas, que recuerda de chico ver al grupo en sus primeras apariciones en los medios.

Con una fama que crecía cada vez más, los celos enfermizos de Font con compañeros que tuvieron más protagonismo que él derivaron en que deje la formación para comenzar a trabajar en la imagen de la banda. Algunos consideran que fue una propuesta estratégica del manager del grupo, que sin Font en las decisiones diarias, tuvo el manejo casi absoluto de los demás integrantes.

Mientras triunfaban a nivel mundial,Xavier quedó a cargo de Santuario Locomia, un comercio en Madrid donde vendían la ropa que utilizaban. Pero no era inocente: sabía que lo habían corrido del juego y que estaba condenado a manejar un negocio que nunca iba a funcionar.

El desembarco de Locomia en Argentina

En nuestro país, los noventa fueron sinónimo de glamour, moda y cultura naif. A diferencia de la década de los ochenta, donde la no moda era la moda, comenzó una época de estilos muy marcados. Había una imposición que marcaba el camino para no quedarte afuera de los boliches New York City, Soul Train, KU o Sobremonte.

En un panorama abierto al consumo, en 1990 Locomia llegó a nuestro país con sueños de éxito y recaudación. Una multitud los esperó en el Aeropuerto para darles una cálida y alocada recibida al mejor estilo argento. El fenómeno fan en América Latina era mucho más fuerte que en España. “El cariño que nos brindan acá es más sincero que el de nuestro país”, confiesa en la actualidad Cañadas.

Gritos, persecuciones y hasta situaciones de acoso por parte de las fanáticas, hicieron más concreto el reconocimiento fuera de la península ibérica. Fue cuestión de tiempo para que se adueñaran de la noche porteña y de las listas musicales de las mejores FM.

Con el posterior álbum Loco Vox, el grupo siguió recorriendo con éxito cada rincón de nuestro continente. Se presentaron en países como Perú o Chile, donde cantaron en Viña del Mar frente a más de 50.000 personas. Sin embargo, en el momento de mayor reconocimiento, lo peor estaba por venir. Las peleas internas crecían y el descontento de Font comenzaba a generar rencores en la banda.

En este período, dejaron atrás la indumentaria vistosa y bizarra. La esencia de la banda fue borrada de un plumazo y reemplazada por sobrios trajes de vestir. Creían que no necesitaban de ningún disfraz para ser Locomia. Esta mala decisión aceleró un final que estaba más cerca de lo que parecía. Todo lo que subió de golpe, comenzó a bajar aún más fuerte.

El caos se apodera de Locomia: el fin de la banda

En 1992, en medio de un malestar provocado por el intento fallido de ingresar al comercio musical de los Estados Unidos, Font intentó recuperar el imperio que poco a poco comenzaba a desmoronarse. Cláusulas ocultas y manejos irregulares en el dinero de los contratos hicieron que la banda española decida tomar distancia de la compañía discográfica para comenzar una nueva etapa.

Lejos de generar momentos de calma y reestructuración, esta decisión fue seguida de más problemas. Gil dio manotazos de ahogado para no perder su inversión y comenzó a suspender decenas de shows. La montaña de conflictos y las disputas complicaron la continuidad de la banda.

El productor, aún con poder contractual sobre la marca comercial, intentó sobrepasar los problemas con una nueva agrupación que sin éxito buscó resurgir en nuestro continente. El reino Locomia se dividía en dos: uno comandado por Gil y otro manejado por los demás miembros, que en pocos años se habían convertido en fugaces estrellas de la música.

Los años posteriores representaron una pausa en la agrupación original, que mantenía encuentros ocasionales para no dejar morir todo lo que habían armado. Desde ese entonces, sus abanicos permanecieron celosamente custodiados.

Cárcel, drogas y muerte

Los conflictos de la banda dejaron amenazas de juicios, peleas entre hermanos y arrepentimientos. Todo lo que rodeaba a la agrupación era negativo y se llegó a hablar de la “Maldición Locomia”. Algunos de los cantantes intentaron rearmar su vida con empleos convencionales, que se veían condicionados por la fama que aún mantenían en España.

Xavier Font fue el único que buscó revivir el proyecto musical, pero en 2009 fue condenado a tres años de prisión acusado de tráfico de drogas. La causa fue conocida mediáticamente como “La operación abanico”. A pesar de eso, la justicia no logró encarcelar a la esencia Locomia. Con la misma chispa de la Ibiza de fines de 1984, armó un grupo de teatro conformado por carcelarios. Por buena conducta, a los tres meses ya estaba nuevamente en libertad. 

En 2018, Santos Blanco —que reemplazó a Juan Antonio Fuentes en la banda— fue encontrado muerto en un albergue social. “Falleció en el anonimato y en una situación de pobreza. Nadie sabía que había sido una estrella”, informaba La Nueva España. Más tarde, su hermana confirmaría que murió en un albergue de Gijón donde “durante muchos años ayudó como monje”.

La nueva formación de Locomia

“Podemos volver a tener nuestro momento otra vez. Yo no me muero sin un Grammy”, sostiene Xavier Font, que 35 años después, está detrás de una nueva formación de jóvenes Locomias.

Ferry Frias, Felix Montás, Ricky Arenas y Eden Cañadas son, en la actualidad, los encargados de revivir los grandes clásicos que conquistaron las noches de Ibiza. “Vivimos con naturalidad toda la historia detrás de Locomia porque Xavier Font nos explica a diario todo lo que ocurrió”, relata Cañadas a Radio W Garage.  

A diferencia de la agrupación que intentó imponer Juan José Gil, que tuvo muy mala aceptación por parte de los fanáticos, el nuevo proyecto se volvió a ganar al público latinoamericano. “Con el show que brindamos, aún parecemos los Locomia originales”, asegura Cañadas. Hoy, sus seguidores son una mezcla de quienes los siguen desde los noventas y los nuevos fanáticos que aún ven en ellos mensajes de libertad y glamour.

El sueño de tocar con Lali y Miranda!

El artista adelantó que, si bien aún no hay confirmación oficial, “el grupo está preparando colaboraciones con sorprendentes artistas” que tendrán guiños al pasado y nuevos sonidos. “Nos encantaría colaborar con Lali y Miranda, sería increíble”, enfatiza Eden sobre el sueño de incluir en un futuro material a dos referentes del pop latinoamericano. Este anhelo de trabajar con los nuevos actores del presente musical demuestra que el concepto del grupo se amolda a los tiempos modernos, abandonando la soberbia y el vedetismo de los noventa. 36 años después, prometen un producto que en armonía, mezcla el pasado y el presente de una banda disparadora de nostalgia y ganas de bailar.

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