¡Paren de venir!

Estamos súper felices de la llegada de artistas de primer nivel a nuestro país. Parecía que la pandemia nos estaba alejando del disfrute de la música en vivo, pero eso ya parece parte del pasado. La música y su gran aporte cultural son indispensables para millones de personas, pero lamentablemente no hay bolsillo que aguante. La variada oferta en recitales pone en jaque la economía de muchos argentinos que se desviven por la música en vivo. Los amantes de la música están felices con la extensa variedad de recitales y presentaciones de bandas nacionales e internacionales que se presentan en diversos escenarios de nuestro país.

Fito Páez, Guns N’ Roses, No Te Va Gustar, Dua Lipa y KISS, entre otras tantas bandas, ponen al rojo vivo las tarjetas de crédito de sus seguidores, que se suben a una vorágine de eventos, un espiral ascendente de presentaciones que nos convierten en malabaristas de nuestros sueldos. Las entradas no son nada baratas, por lo que muchas veces debemos elegir entre una u otras bandas mientras pagamos las cuotas de recitales que vimos hace ya varios meses.

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Desde los 6 mil hasta 50 mil, según el artista y la ubicación, las entradas compiten contra la adquisición de esas zapatillas que nos gustan, el pago del gimnasio, o la cuota del curso online. Antes era común sorprender a tu pareja con un par de entradas para ver al artista que le puso música a tu historia amorosa. Ahora la sorpresa le ha cedido lugar a la consulta: “¿Vamos al recital de fulano? ¿Tenés para pagar tu entrada?

Así surgen las sociedades y los intercambios de tarjeta. No es raro preguntarle a un primo o a tus viejos si te pueden prestar la tarjeta de crédito. De pronto, ese compañero del trabajo al que esquivás porque escupe cuando habla, se transforma en un valioso aliado y digno de compartir las charlas de almuerzo y escuchar con atención como evoluciona su colección de estampillas. ¿La razón? Él tiene la tarjeta de crédito del banco que auspicia el recital y con la que podés conseguir un 2×1. Así que vale la pena bancarse la charla aburrida y las microgotas.

El Movistar Arena, River, el Luna Park, Obras, el Gran Rex o el Campo de Polo ahora suman un nuevo costo a los recitales: los trapitos. Estos sujetos que ya forman parte del paisaje argentino, y que se encuentran ligados a las barras de los clubes de fútbol cercanos, nos “invitan” a pagar tarifas por el cuidado del auto de hasta 2 mil pesitos…

Ingenuamente suponemos que al regresar del recital estarán estoicos al lado de nuestro vehículo, pero no, han dejado al espíritu santo al cuidado del mismo, dando sentido al refrán “pájaro que comió, voló”.

Camino al auto, pensamos como estará, ¿lo habrán cuidado? ¿Los amigos de lo ajeno lo habrán atacado?¡Cambio de épocas si las hay! Ahora aceptamos el costo del vidrio roto y que nos falte el estéreo…¡cualquier cosa menos que nos roben las ruedas que no se consiguen!

En los 90 tuvimos un boom de visitas internacionales, que con el 1 a 1 y la platita dulce de esa época pudimos afrontar y disfrutar, sin darnos cuenta que ese bienestar era nada menos que el empeño de nuestro futuro. El fenómeno del boom de visitas fue plasmado en un divertido y bolichero tema de The Sacados, esos que le ponían la cortina al programa de Marcelo Tinelli “Ritmo de la noche”.

El tema se llamaba “Paren de Venir”, una especie de súplica que pedía que se cierre esa canilla inagotable de artistas que se llevaban nuestros ahorros. Hoy pasa algo parecido, pero con las vacas flacas.
¡Paren de venir! ¡No hay bolsillo que aguante!

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